Desde siempre me han fascinado los sueños, cuando era más pequeña los vivía como regalos cotidianos que compartía con mis padres y luego también con mi hermano. Esas historias que salían de mí y que sin embargo nunca llegaba a comprender, se convirtieron luego en un vértice de mi vida profesional. Hoy sigo sorprendiéndome y valorando mis sueños y los ajenos. Forman parte de mi vida y ocupan un lugar en el cotidiano de mi trabajo.

Esta entrada la he escrito por gusto, como un pequeño homenaje a La Interpretación de los sueños (1900), S. Freud, y con la ambición de poder compartir el arte del soñar.

Algunos trucos para recordar e interpretar nuestros propios sueños

Como he escrito antes, el hecho de ser escuchada con atención me alentaba cada mañana a retener en mi memoria el contenido de lo que acababa de soñar y contarlo en el escenario del desayuno. Hoy, no siempre tengo quien lo escuche, y por eso trato de escribir al levantarme un esquema con las ideas básicas. A lo largo del día, si tengo ganas, lo relato. Por eso, creo que el interés y la atención sobre los sueños, facilita que éstos se retengan por más tiempo.

En relación a la interpretación, es el psicoanálisis sin duda el espacio idóneo. Sin embargo, y esto no excluye a lo anterior, al apuntar una serie de sueños de una temporada, podremos ver (sobre todo si estamos entrenados desde un nuestro tratamiento) cómo la temática puede ser parecida en una serie temporal de relatos. Hacer el esfuerzo de crear lazos entre lo vivido y lo soñado, también abre vías para poder comprender.

Hubo un período en el que me dediqué a pintar los sueños, este ejercicio me permitía tomar un tiempo en el que me conectaba con el sueño de una manera relajada, y donde al final el resultado del dibujo siempre era diferente a la idea inicial. En esta transformación también advertía algunos aspectos que se ponían en juego y que inicialmente no tenía presentes.

Pasaré ahora a dar una breve explicación -resumen de La Interpretación de los sueños (1900), S. Freud, con idea abrir el apetito.

¿Qué es un sueño?

Los sueños son historias en forma de imágenes que no pueden compartirse más que parcialmente ya que son creaciones exclusivas del soñante, y ni siquiera a él le pertenecen de igual manera en todo momento. De la mano del sueño está el despertar que siempre se lleva consigo algo del sueño.

¿Por qué soñamos?

Sabemos que el soñar es entre otras cosas, una antigua modalidad de pensamiento que tenemos los seres humanos. Me explico:

En el principio, de bebés, no existía la razón y por tanto el pensamiento lógico. La conquista de la madurez es paralela a la incorporación de esta nueva modalidad de pensamiento. Así los bebés no distinguen entre el soñar y el pensar, son la misma cosa. Empujados por la vida de afuera, que nos obliga a postergar y a renunciar deseos en favor de una vida en comunidad (papás y hermanitos como primera vida en comunidad), nuestro aparato anímico, se resiste a dar por perdido sus anhelos y consiente a través del sueño las satisfacciones a las que nos vemos privados durante la vida despierta.

Satisfacciones que en gran parte nos resultan incompatibles con la tarea de vivir, pues son contradicciones que la razón no resuelve: ¿cómo conciliar, no sin cierta perplejidad (la perplejidad es, por cierto, un sentimiento común del soñante recién despertado), el desear la muerte de un ser querido?

Las cosas se complejizan cuando dejamos de ser niños, y lo mismo ocurre con los sueños. Si bien de niños soñábamos con un juguete anhelado o con volar, de más mayores las temáticas se nos presentan más enigmáticas. Por ejemplo: un niño puede soñar que su hermano cae por el precipicio cuando por el día han tenido una fuerte discusión y el hermano ha salido indemne a ojos de los padres. Este mismo niño, pero con 40 años, y ante una discusión con el hermano, soñará con un compañero de trabajo que es calvo (como su hermano) y al que la policía arresta y condena a la silla eléctrica. Es un ejemplo facilón, pero la idea es entender la evolución de una censura que se va a ir desarrollando.

¿Por qué se nos olvidan tan rápido?

Misterioso fenómeno, el del apresurado olvido de los sueños.

¿Deseo de ver fracasar a un ser querido? ¿Desear una relación sexual con un jefe odiado? ¿Suspender un examen? ¿Qué persona podría vivir tranquila al entender que alberga en lo profundo de su alma deseos de tal calibre?

Para protegernos de todas estas ideas y de los sentimientos que acarrearía, disponemos de defensas.

Mientras dormimos, también descansan las defensas que separan a esas dos modalidades de pensamiento. Defensas relajadas, y hala, todo lo inconciliable se abre paso en la mente, encuentra un descanso diario para descargarse en nuestra conciencia dormida. Es durante ese tiempo que todo un enjambre de sentimientos e ideas, salen a tropel, agobiados como si de haber estados encerrados en un armario durante horas se tratara.

El objetivo final del aparato psíquico es tratar de procurar la armonía de todo un sistema, dando forma y modulando, en este caso al contenido del sueño, para que nos permita seguir durmiendo. Si bien salen a airearse (descargarse) todas esas ideas, también es verdad que salen con un disfraz (censura). Por otro lado, la defensas, recelosas del despertar y por tanto de despertar la angustia y desazón, se afanan en borrarlo todo para que no nos atormentemos.

¿Cómo se forma el contenido del sueño?

El sueño tiene mucho que ver con lo artístico, donde nunca nada es tal y como lo vemos. El sueño es una creación de quien sueña.

Trataré de explicar dos mecanismos básicos en la formación de sueños: Condensación y Desplazamiento.

La condensación es al sueño como la metáfora y la metonimia a la poesía: es otorgar un significado diferente a una cosa, pero siempre relacionado por alguna idea/asociación. La condensación recoge varias ideas y objetos en uno solo.

Un ilustre ejemplo es el de soñar con reyes, como una manera enmascarada de soñar con los padres. Otro ejemplo, soñar con pistolas y espadas, que para algunos soñantes podrían representar la fuerza de un pene, pero también el poder, la agresión… Es importante señalar, que los sueños, son siempre creaciones personales. Y aunque aquí trate de dar ejemplos sencillos, al final sólo se puede validar esta transformación por el soñante.

El otro mecanismo es el desplazamiento: las ideas en forma de imágenes campan a sus anchas durante el dormir y desligadas de las emociones que suscitan. Algo que aparece como un detalle banal del sueño puede ser un punto de alta intensidad emocional.

¿Cómo comprender un sueño?

Los sueños están escritos en un idioma distinto del que utilizamos normalmente. La poesía y el arte en general están más familiarizados con los procesos de condensación y desplazamiento, mecanismos básicos de formación de sueños. El orden del espacio y del tiempo está alterado, como vemos hay pocas reglas. Freud nos dirá que sólo en el contexto de una relación terapéutica nos es lícito interpretar un sueño. Al final se trata de un contenido velado a la conciencia, y es que por algo será. Es material altamente inflamable que hay que manipular en un entorno protegido.

La herramienta básica es la interpretación. La interpretación es un acercamiento a una posible comprensión que nunca puede ser completa, es una forma de desplegar un significado de todos los posibles. Siempre revisable o reinterpretable. Interpretación como una partida de golf, donde se van haciendo sucesivas aproximaciones.

Puesto que al final muchas de las cosas más importantes de la vida no podemos hacerlas solos, y aquí, otra vez, la ayuda del psicoanalista nos va a permitir acercarnos a una cierta comprensión de un sueño, de la traducción de un lenguaje que es tan familiar como ajeno. Si al final el psicoanalista es el intérprete, cuantas más clases con él, más nos adentraremos en la comprensión de ese idioma.

Y hasta aquí mi explicación. Por supuesto que todo está escrito en La Interpretación de los sueños (1900), S. Freud. Y mi interés consiste en acercar una obra tan compleja a un mayor número de personas, pero recomiendo su lectura a los que el tema les interese.

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